Esta semana presentamos en Barocca-mente la fortuna durante el siglo XX de la serie de Giovanni Lanfranco Historia de Roma de cuyo estudio se ocupa Beatriz Calvo dentro del proyecto Quale Barocco?
Decoración para el nuevo palacio
Exequias de un emperador romano, 1636
En 1630 el conde duque de Olivares comienza la transformación del cuarto real que Felipe IV tenía en el Prado de San Jerónimo de Madrid, en un gran palacio para festejos. La construcción del nuevo sitio conllevó una frenética labor de adquisiciones, regalos y donaciones, en ocasiones forzadas, de obras de arte para su decoración, en la que los agentes españoles en el extranjero tuvieron un papel de vital importancia. Los masivos encargos de pintura italiana que se llevaron a cabo a través de personalidades como Manuel de Zúñiga —VI conde de Monterrey y virrey de Nápoles en los años centrales de esta gran empresa—, supusieron la llegada a España de importantes ejemplos de un momento clave para la pintura napolitana marcado por la superación del naturalismo y la implementación de otras corrientes como la pintura neoveneciana y flamenca. Entre las abundantes comisiones artísticas que Monterrey realizó para el Buen Retiro favoreció particularmente la pintura de Giovanni Lanfranco, como el mismo pintor expresa en una carta a Ferrante Carlo:
… S. E. pure stando così, mi continua favor, avendomi di nuevo occupato di due quadri per servicio di S, Maestà, cosa che non fa a niuno pittore di tanto che ne ha esperimentati…
Naumaquia romana, 1636
La serie Historia de Roma
Entre el marqués de Castel Rodrigo, embajador de Roma, el conde de Monterrey y el duque de Medina de las Torres, su sucesor en el virreinato partenopeo, se calcula que comisionaron un total de 34 pinturas para este mismo ciclo; la mayor parte de los encargos corrieron a cargo de Manuel de Zúñiga quien pudo pedir a Giovanni Lanfranco la realización de al menos seis pinturas: Alocución de un emperador romano, Gladiadores en un banquete, Exequias de un emperador romano, Naumaquia romana, Auspicios de un emperador romano -las cinco conservadas en el Museo Nacional del Prado- y Triunfo de un emperador romano con dos reyes prisioneros -que pertenece a Patrimonio Nacional.
Quizá lo más llamativo de este ciclo que acoge la serie de Lanfranco, y en el que participaron pintores como Domenico Gargiulo, Viviano Codazzi, Domenico Zampieri, Aniello Falcone o Andrea Di LIone, es que Felipe IV no volverá a mostrar interés por su pintura. En el caso del pintor parmesano no hallamos prácticamente ejemplos en España de su pintura entre las colecciones de la nobleza anteriores a los encargos que hizo Monterrey, no únicamente para el palacio de Felipe IV, sino también para su colección personal y para su fundación de religiosas en Salamanca. Ni tampoco obras posteriores a excepción de nueve pinturas que aparecen en el inventario del marqués del Carpio.
Auspicios de un emperador romano, 1635
Triunfo de un emperador romano, 1635
Su fortuna durante el siglo XX
Banquete de gladiadores, 1635
A pesar de su importancia por la escasez ejemplos y por la propia historia ligada a la construcción del palacio, podemos decir que la serie todavía no goza del lugar que le corresponde.
Los ideales del siglo XIX, que denostaron este periodo y su pintura, se mantuvieron buena parte del siglo XX en España. El fuerte nacionalismo, que en el país tuvo más continuidad que en el resto de Europa a causa de la dictadura franquista, impedía el reconocimiento de la influencia que el Seicento italiano tuvo precisamente en aquella pintura española sostenida como identidad artística nacional y sus características. Podríamos apuntar que esta serie comienza a tener una fortuna aceptable a partir de la década de 1960 gracias a la tesis doctoral del prof. Alfonso E. Pérez Sánchez, Pintura italiana del XVII en España, que supone el verdadero comienzo en la revalorización del barroco italiano en la península. La transmisión del conocimiento de la serie desde la fortuna crítica hasta el público general llego en 1970 con la exposición del mismo nombre, que mostraba por primera vez obras nunca expuestas. Gladiadores en un banquete se había conservado en la Universidad de Granada hasta su recuperación en 1965 gracias a los estudios de Pérez Sánchez. La recuperación de estas obras, en palabras del propio Lafuente Ferrari, constituyó una buena representación de pintura italiana de ese momento, de fusión de tendencias y antesala del barroco de Cortona y sus seguidores, en el Museo del Prado. A pesar de este acontecimiento, las fotografías históricas de 1977 todavía las muestran dispuestas en una planta del museo a la que apenas llegaban visitantes, y Exequias de un emperador, que incluso en el siglo anterior había gozado de cierta popularidad y difusión a través de grabados, se guardaba en almacenes.
Una fortuna consolidada
Alocución de un emperador romano, 1638.
Sin duda, los años 80 fueron mucho más fructíferos en cuanto a estudios y mayor conocimiento del Seicento italiano, en general. Pintura napolitana. De Caravaggio a Giordano, celebrada en Madrid en 1985, supuso otro hito en la revalorización del barroco italiano en España. En comparación con la de 1970, se trató de una exposición mucho más madura y reflexiva que trataba de estudiar la evolución de la pintura barroca italiana a través de las colecciones que llegaron a territorio hispánico. Es la primera vez que se recogen las seis pinturas juntas, incluida Triunfo de un emperador con dos reyes prisioneros, que por estas fechas todavía continuaba en el Real Sitio de Aranjuez. Schleier la publicó en 1983, aunque había sido identificada por Marcus Burke en 1975, a pesar de lo cual Jonathan Brown y John H. Elliott la clasifican como perdida en 1980 cuando ve la luz Un palacio para el rey. Así también, las cinco pinturas que conserva el Prado son recogidas conjuntamente por primera vez en el catálogo del museo del 1985.
Todas estas publicaciones y exposiciones tendrán un reflejo en el nuevo proyecto museográfico del Prado de 1997, de modo que esta serie volvió a ocupar una parte de planta principal -dedicada al siglo XVII, fundamentalmente-. Sin embargo, el proyecto era mucho más ambicioso y quedó inconcluso. Se planteó la recuperación del edificio que una vez fue el Salón de Reinos del perdido palacio del Buen Retiro y que recogería aquellas pinturas que formaron parte de su historia dedicando una estancia al ciclo de Historia de Roma. Desafortunadamente, la cesión del edificio nunca llegó y actualmente Exequias de un emperador romano, Gladiadores en un banquete y Alocución de un emperador romano, continúan en almacenes por falta de espacio.