Continuamos nuestro post semanal Barocca-mente con la investigación formulada a lo largo del siglo XX sobre tres fragmentos que pertenecieron a una obra original de José de Ribera.
La destrucción del lienzo
Real Alcázar de Madrid, hacia 1710.
Sibila o Media figura de mujer, 1636, Museo del Prado
La Nochebuena de 1734 tiene lugar un gran incendio que destruye por completo el Real Alcázar de Madrid, residencia, en ese momento, de Felipe V y su familia. En él se conservaban más de 2000 cuadros de los cuales desaparecieron alrededor de 500 y otros quedaron gravemente dañados. Entre los más afectados por las llamas se contaba la Fábula de Baco de José de Ribera que había colgado, según los inventarios reales del siglo precedente, junto al Sacrificio a Baco, de Massimo Stanzione
una fábula de baco de mano de Joseph de Rivera
Datado hacia 1635, al igual que la pintura de Stanzione, sería uno de los encargos realizados en Nápoles por quien, en ese momento, era virrey de la ciudad, el VI conde de Monterrey, quien había comisionado obras de forma masiva para el Palacio del Buen Retiro, para su fundación en Salamanca y para su propia colección personal, ayudando, junto a otros coleccionistas, a impulsar el desarrollo de la pintura napolitana en la década de 1630.
El cuadro, que denota ya un estilo de madurez, especialmente por la asimilación del colorido de la pintura flamenca, se redujo a varios fragmentos que pudieron salvarse y que aparecen, ya de forma individual, en el inventario realizado en 1772 de los bienes del palacio del Buen Retiro de Madrid.
“Media figura de mujer con la mano puesta en la barba que fue preservada de un quadro perdido de la historia de baco del Españoleto tres quartas del alto dos tercias de ancho”
“dos cabezas iguales una de Baco y otra de un venerable uno con laurel y otro con hiedra retazos que se pudieron conservar de una quadro perdido del Españoleto del triunfo de baco de media vara en quadro poco mas o menos”
“sobre una mesa y un paño blanco tres cabezas muertas pedazo de un quadro del Spañoleto del triunfo de Baco que se aprovecho con otros por perdido”
En 1800 Ceán Bermudez describe la Sibila cuando visita el Real Sitio, pero quien inició el camino de la investigación, que se desarrollaría durante el siglo XX, fue el escritor e historiador Augusto Danvila cuando en 1888 describe los cuatro fragmentos que recogía el inventario de 1772 y que habrían pertenecido a un mismo lienzo, pero cuya composición y tema se desconocían.
Las primeras hipótesis del siglo XX
Cabeza del dios Baco, 1636, Museo del Prado
En 1915 August L. Mayer afirmó que las dos cabezas o fragmentos conservados en el Museo del Prado, Cabeza de Baco y la Sibila pertenecían a la perdida Fabula de Baco de José de Ribera y que se trataba de las mismas que aparecían en el inventario de 1686 del Alcázar, en la sala donde cenaba el rey. Ocho años más tarde supuso que los fragmentos eran tres, incluida una cabeza femenina con corona de laurel que señaló formaba parte de la colección del marqués de Casa Torres, de Madrid.
El misterio en relación a la composición original sería resuelto en 1927 por el mismo historiador cuando publica una fotografía de una versión del cuadro, supuestamente realizada por Luca Giordano, y que se conserva en la colección de la Princesa Carolina Schönburg-Laserna, en Nueva York. Vino a confirmar la sospecha inicial de Mayer en 1915 de que formaron parte de una misma obra y a esclarecer el motivo y composición, basada en un antiguo relieve helenístico del que se realizaron varias versiones que circularon por Roma en la época en la Ribera estudió allí.
La Cabeza de Baco fue una de las obras que salieron de España durante la Guerra Civil para su preservación y que fue expuesta en Ginebra en 1939 junto a las consideradas pinturas más importantes del Museo del Prado. Cinco años más tarde, Delphine Fitz Darby publicó un estudio completo sobre los fragmentos y presentó un grabado del relieve helenístico como la versión más cercana a la pintura de Ribera, publicado por Antoine Lafrery en el Speculum Romanae Magnificentiae (1599). El hecho de que Ribera copiara un grabado antiguo, tan inusual en su producción, sugería una comisión directa. Estimó entonces que podría haber sido un encargo del duque de Alcalá debido a la gran pasión del virrey (1629-1631) por las piezas antiguas, junto con el Sacrificio a Baco de Massimo Stanzione, como parte del programa decorativo de la estancia en la que cenaba el rey.
Aunque Elisabeth du Gué Trapier no lo asegura todavía, en 1952 señaló otros dos posibles fragmentos del cuadro original: se trataba de la ya señalada por Mayer Cabeza de mujer laureada, en la colección marqués de Casa Torres de Madrid, y el Sátiro, en la Miller Collection de Pittsburgh, que hoy se encuentra en la colección Laserna de Bogotá.
Grabado del relieve helenístico en Antoine Lafrery, Speculum Romanae Magnificentiae, 1599.
En busca de la hipótesis definitiva
Sátiro, 1636, colección Laserna
Reconstrucción de la Fábula de Baco, original de José de Ribera, sobre la versión conservada en la colección Laserna
En 1979 todavía se mantenía la teoría del encargo para el duque de Alcalá, como deja constancia Nicola Spinosa, aunque la datación era motivo de dudas. La participación de tres de los fragmentos en la exposición celebrada en 1982 en Fort Worth vino a revisar en parte los estudios anteriores y las hipótesis lanzadas, especialmente entorno a la comisión artística y significado. Aunque solo formaron parte de la exposición la Cabeza de Baco y la de la Sibila, se presenta también la imagen del Sátiro, adquirido ya por estas fechas para la colección de la Princesa Carolina Schönburg-Laserna, pues en contraposición a lo que indicó Mayer, un cuarto fragmento parecía no tener relación con el resto. Ni las Tres cabezas sobre una mesa, que se encontraba perdido, ni la Cabeza de mujer laureada de la colección del marqués de Casa Torres, se tuvieron ya en consideración, por no hallarse ninguno de los dos motivos presentes en la versión conservada.
En el catálogo de la exposición se subrayaron las palabras de Darby sobre el significado del relieve que, para el autor, se basaría en el mito del viaje de Baco por la Bética cuyos habitantes se convirtieron en monoteístas siguiendo los ritos del dios. Baco dejaría como regente al dios Pan, de forma que la región recibió el nombre de Pania, más tarde renombrada como Hispania. Mientras, el cuadro de Stanzione representaría las costumbres de los béticos en torno a sus recién adquiridos ritos. Gilbert Picard, en cambio, en 1953 lo había interpretado como la visita de Dionisos al estudio de un poeta dramático, especialmente por la aparición de las máscaras teatrales en el lienzo y la presencia de cortinajes y arquitecturas fingidas; una teoría mucho más aceptada actualmente.
Lamentablemente, en 1982 todavía se mantenía la cronología entre 1629 y 1631 siguiendo lo citado por Darby e ignorando la propuesta de Trapier, y su estudio algo más actualizado sobre el tema, que retrasaría la cronología en base al cambio de paleta del pintor a partir de 1635. Será rebatida también por Benito Domenech quien en 1991 defiende una hipótesis más verosímil: que fuera uno de los encargos para el Buen Retiro, junto al Sacrificio a Baco, de Stanzione, de dimensiones similares y figuras a la misma escala. El autor concluye, además, que, dado que la pincelada de Ribera para este cuadro es más deshecha, influida por Van Dyck, los dos cuadros debieron de ser un encargo del conde de Monterrey para Felipe IV. En 1992 los fragmentos del Prado participaron en la exposición de José de Ribera celebrada en Nápoles donde se deshecha completamente la hipótesis que lo suponían un encargo del duque de Alcalá y rechaza con claridad que la Cabeza de mujer laureada pertenezca a la misma obra que las demás.
La aceptación únicamente de la Cabeza de Baco, la Sibila y el Sátiro, como parte del lienzo original permanece desde finales de siglo hasta la actualidad.